En ocasiones, el diagnóstico de una enfermedad es bien recibido por el paciente porque viene precedido de un largo proceso en el que diferentes síntomas han afectado a su calidad de vida. Ahora le han puesto nombre y puede que haya una forma de hacerlo frente.

Con este post quiero compartir una serie de propuestas a tener en cuenta en los primeros momentos tras el diagnóstico. No son las únicas y, quizá, alguna es objeto de matización en función del tipo de enfermedad, pero pretenden dar respuesta a un pensamiento común a quienes hemos tenido o tenemos una enfermedad:
ME ACABAN DE DIAGNOSTICAR... Y ¿AHORA QUÉ?
Precaución
al buscar información: quieres saber qué tienes, por qué lo tienes, qué va
a pasar, cómo va a ser el tratamiento… O quizá no quieras saberlo pero en tu
cabeza está rondando. Es normal tener esa curiosidad pero hay que tener
precaución al teclear en Google tu diagnóstico. ¿Por qué? Porque la información
puede estar no actualizada, ser tendenciosa (por finalidades comerciales) o no adecuarse a tu situación concreta. En los
primeros momentos conviene resolver todas las dudas directamente con tu médico
y otros profesionales sanitarios, y preguntarles dónde puedes encontrar más
información. Poco a poco irás sabiendo filtrar la información de forma más
adecuada. Además, ten en cuenta que en muchas ocasiones los miedos y temores
tras el diagnóstico hacen que interpretemos la información de forma negativa.
Habla con las personas más cercanas: no estás solo ante la enfermedad. Es más, diría que no estás solo CON la enfermedad ya que tu pareja, hijos, padres, hermanos o amigos van a vivir contigo este proceso. Por lo tanto, no les dejes de lado y déjate acompañar por ellos. Compartir lo que sientes y piensas te ayudará a desahogarte, lo cual tiene valor en sí mismo. Además, verbalizar tus emociones y pensamientos te ayudará a entender mejor cuáles son aquellas cuestiones que más te preocupan, y ese es el primer paso para resolverlas. Lo recomendable es hablar de tu enfermedad y también expresar lo que sientes, pero hazlo cuando lo consideres oportuno y de la forma en que te sientas más cómodo. No tienes por qué dar toda la información a todo tu entorno. Elige a tu equipo de confianza y trata de normalizar la situación con el resto de personas. Ten siempre en mente que no hay motivos para sentirse culpable o avergonzado.
Date
tiempo para organizarte: estás preocupado sobre cómo la enfermedad afectará
a tu trabajo, a las responsabilidades familiares, a tus aficiones o a los planes que tengas. Es
recomendable reajustar tu vida a corto plazo para una buena conciliación con
las citas médicas y los tratamientos, pero trata de no limitarte más de lo que
la enfermedad y sus tratamientos vayan a hacerlo. Las preocupaciones no
solucionan los problemas, suelen ser anticipatorias y tendemos a pensar que ocurrirá siempre lo peor. Si no te sientes capaz de controlar tus pensamientos y te
afecta emocionalmente, trata de mantener la mente ocupada y apóyate en los
profesionales sanitarios o en otras personas con la misma enfermedad. Seguro
que podrán resolver muchas de tus dudas. Además, tu propia experiencia con la enfermedad será progresivamente muy
valiosa para saber cómo conciliar las diferentes esferas de tu vida y dar
respuesta a muchas inquietudes.
Busca
apoyos: en este sentido, te propongo valorar acudir a una asociación de pacientes. Si no has tenido
contacto previo, quizá pienses que son grupos de auto-ayuda pero son mucho más
que eso. En Internet podrás encontrar los servicios que ofrece la asociación que más se adecua a tu situación, pero el principal valor que puede
proporcionarte en estos momentos es el de orientación. Si estás perdido con
tantas informaciones, consultas, pruebas o profesionales, la asociación te
ayudará a entender el proceso y darle coherencia. Acudir a una asociación no
tiene por qué significar escuchar la experiencia de otros pacientes, tratar
temas íntimos con otras personas o saber más de lo que quieras saber. Si
contactas con una organización, hazles saber qué es lo que buscas para que se
adecuen a tu petición.
Confía en
tus aliados: ¿que quiénes son? En este caso me refiero a los médicos,
enfermeras, psicólogas, trabajadores sociales, fisioterapeutas, nutricionistas,
etc. Probablemente tu referencia sea ahora el médico pero ten en cuenta que tienes
un equipo mucho más amplio a tu disposición. A modo de ejemplo, las enfermeras
son clave para formarte en auto-cuidado, los psicólogos
ayudan a identificar y gestionar las emociones para lograr un bienestar
psicológico y el trabajador social te orientará acerca de los recursos sociales
disponibles y los derechos que te corresponden como usuario de los servicios
sanitarios, entre otros. Puedes acceder a ellos en muchos hospitales pero, en caso contrario, considera otras opciones como centros de salud, asociaciones de pacientes o consultas privadas. Son todos aliados en este proceso y, en caso de no
percibirles como tales, valora la opción de solicitar un cambio de
profesional.
Infórmate de tus derechos: correspondería más a una segunda fase pero es un ámbito no muy conocido y que puede hacer tu vida mucho más fácil con la enfermedad. Hablo, por ejemplo, del derecho a la información, segunda opinión médica, voluntades anticipadas o reintegro de gastos por desplazamiento, temas ya abordados en este blog y que te animo a su lectura haciendo click en cada uno de ellos. Pero también hay otros derechos o recursos de ámbito social que puede ser conveniente que sepas. Hablamos, por ejemplo, de la discapacidad, las incapacidades laborales, los pisos de acogida, etc. ¿Quién puede ayudarte a saber más de estos temas? Sin lugar a dudas abogados y trabajadores sociales pero puedes informarte también en el servicio de Atención al Paciente del hospital, en las asociaciones de pacientes y, como no, en Internet. Además, cuenta conmigo si quieres resolver alguna duda de este tipo.
¿Qué echas de menos? Comparte tu propuesta o experiencia!
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